Las migraciones han sido un fenómeno constante en la historia de la humanidad y han desempeñado un papel fundamental en la formación y desarrollo de las ciudades. Aunque a priori parezca que no se trate de una aproximación muy novedosa, en la actualidad hay pocos temas más relevantes que el de las migraciones, atravesado por cuestiones políticas, geo-estratégicas, económicas, medioambientales, sociales, urbanísticas… Hoy en día nuevos factores estructurales las impulsan con mayor fuerza que nunca. La inestabilidad en Oriente Medio, en Africa y en América Latina, la guerra de Ucrania, el cambio climático, la pobreza y el crecimiento demográfico, no hacen más que aumentar el flujo de personas que buscan un lugar mejor en el mundo.
La socióloga Saskia Sassen añade una nueva forma de migración a la de los inmigrantes que huyen de la agitación política de su hogar y a los inmigrantes económicos que buscan mejor vida en un nuevo país. Se refiere a los “refugiados económicos”, personas que huyen de lo que denomina la «pérdida masiva de hábitat”, provocada por actividades económicas como el acaparamiento corporativo de tierras para el cultivo de cereales que alimenten la cantidad ingente de carne que consumimos en el planeta; o el resurgimiento de la minería para obtener los metales que necesitamos para nuestra revolución electrónica. Actividades que provocan la desertización, la contaminación de la tierra y el agua, las sequías, el incremento en los niveles del mar…Todos ellos factores que están destruyendo el hábitat de millones de personas que nunca podrán regresar a su hogar, porque su hogar ha dejado de ser habitable o ha desaparecido.
Por lo tanto, para Sassen la migración no es un evento aleatorio que surge de manera inesperada. «Las migraciones se hacen, no ocurren por casualidad, hay condiciones que las provocan», muchas de las cuales surgen como consecuencia del capitalismo que nos permite mantener nuestro estilo de vida actual. Por lo tanto, podría afirmarse que cada una de nosotras tiene la responsabilidad de comprometerse con los desafíos que implica la migración. Para ello, se hace evidente la necesidad urgente de un cambio de paradigma respecto a la manera en que nos acercamos a las personas migrantes, no como un problema o cómo víctimas pasivas a la espera de ayuda, sino como sujetos con experiencias, conocimientos y perspectivas valiosas con las que contribuir a la sociedad.
En este contexto, con los mayores niveles de movilidad de la historia de la humanidad, son las ciudades donde millones de personas migrantes buscan construir su vida y su futuro. Ciudades que se enfrentan al reto migratorio de proveer vivienda social, educación, servicios de salud, infraestructura de transporte, formas de integración y cohesión social…por lo que es necesario que las políticas y prácticas de planificación urbana sean inclusivas y consideren las necesidades y contribuciones de las personas migrantes, que pueden hacer surgir nuevas posibilidades espaciales y enriquecer la forma en la que concebimos nuestras ciudades con alternativas fuera de las lógicas convencionales.
Para que este potencial se desarrolle plenamente, la migración debe incorporarse al proceso de planificación como un factor que contribuya al crecimiento económico, social y cultural de la ciudad. De este modo, la cuestión de la migración nos permite reconsiderar lo que las ciudades deben ser en el futuro y cómo queremos vivir juntas. En este escenario, la arquitectura y el urbanismo deben desempeñar un papel determinante, como disciplinas que estudian el habitar humano en todas sus formas y escalas –desde la casa a la ciudad– para afrontar un reto que es técnico pero también humanístico.
En esta edición del festival os invitamos a explorar colectivamente la relación entre las dinámicas migratorias y las transformaciones urbanas, sus dimensiones socio-espaciales y el tipo de respuestas que podemos imaginar desde los cruces superpuestos entre la arquitectura, el urbanismo, las ciencias sociales y las prácticas artísticas y culturales.